jueves, 7 de mayo de 2015

propagacion in vitro de plantas

La familia Cactaceae es nativa de América y se distribuye desde el sur de Canadá hasta Argentina, siendo México el país que posee la mayor diversidad de especies dentro de este grupo, además de un alto índice (78%) de endemismo (Hernández y Godínez, 1994). 

Desafortunadamente, 255 taxones de cactá- ceas mexicanas están amenazados, de acuerdo a la Norma Oficial Mexicana- 059-ECOL-2001. En regulaciones internacionales, 65 taxones se encuentran en el Libro Rojo de la IUCN y 41 en el 0378-1844/12/02/114-07 $ 3.00/0 Apéndice I de la CITES (Guzmán et al., 2007). Entre las muchas cactáceas mexicanas amenazadas, resultan de especial interés las del género Turbinicarpus, el cual es endémico de las partes centro y sur del Desierto Chihuahuense, el que se extiende desde la Meseta Central de Mé- xico hasta los EEUU. 



Este género incluye varias especies y subespecies de cactus pequeños que son muy apreciadas por los coleccionistas debido a su belleza, a la facilidad con la que producen flores y a su talla reducida, que permite el mantenimiento de grandes colecciones en espacios mínimos. Lo anterior ha traí- do como resultado una intensa colecta ilegal que ha afectado a las poblaciones silvestres. Este fenómeno se agrava debido a que muchas de las especies de este género tienen áreas de distribución muy restringidas y su hábitat está siendo constantemente degradado (Anderson, 2001).

 Algunas actividades humanas que se desarrollan en estas áreas de distribución, tal como la extracción de materiales pétreos, han afectado de manera importante a algunas especies del género (Hernández-Oria et al., 2007). La conservación de las cactáceas del género Turbinicarpus se ve también obstaculizada por su lento crecimiento y la pobre capacidad de recuperación de las poblaciones naturales. 

Esta situación se debe en gran medida a una muy baja producción de semillas aunada a su baja tasa de germinación, que sólo alcanza el 8% en algunas de las especies del género. Esto último se debe tanto a la pérdida de viabilidad como a la existencia de diversos mecanismos de latencia (Flores et al., 2005, Flores et al., 2008).

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